miércoles, 23 de enero de 2008

LA PROFESIÓN DOCENTE EN CHILE

La Educación es, sin duda uno de las más relevantes instituciones sociales. Mediante ésta, las sociedades reproducen y configuran su identidad; procuran corregir las desigualdades que vienen dadas desde el hogar y se crea y fortalece el capital humano.

Todos los sistemas educativos hoy en día experimentan transformaciones profundas y todas ellas se encaminan, con distintos niveles de énfasis, a lograr mejores rendimientos educacionales, mayor igualdad de oportunidades y una mayor integración de los padres.

Hoy somos espectadores de la aparición de una conciencia pública cada vez más preocupada de la importancia que poseen en las sociedades humanas las prácticas educativas y, en especial, la institución escolar.

El lugar de nosotros los profesores en las sociedades humana, las expectativas que los ciudadanos dirigen hacia nosotros y el nivel de prestigio que tenemos, dependen de un conjunto de factores de diversa índole que van desde las características que en cada caso reviste el sistema escolar, las funciones que se le atribuyen y el tipo de formación inicial que recibimos. Todos esos factores ayudan a responder la pregunta acerca de qué esperan las sociedades de sus profesores y la pregunta, tan importante como la anterior, relativa a cómo conciben los profesores su propia tarea y como perciben los deberes que sobre ellos pesan.

Hasta cierto punto demandamos de la escuela todo lo que la política y el desarrollo histórico no ha sido capaz de brindarnos. Le pedimos a la escuela que estimule la diversidad, a la vez que expanda las virtudes que son imprescindibles para la comunidad; que dote a los países de capital humano y nos ayude así a expandir el bienestar; que mejore las oportunidades y evite así que la desigualdad social marque el destino de las nuevas generaciones.

El principal desafío que hoy debe encarar la profesión docente, es el de responder frente a las actuales demandas que la sociedad dirige al sistema escolar. Así entonces, la profesión docente, como el conjunto del sistema escolar, está hoy día expuesto a demasiadas demandas a las que no es fácil satisfacer de manera inmediata, principalmente debido a que las políticas de Estado no favorecen del todo al ámbito educacional.

El estado de Chile si quiere contar con buenos profesores, deberá invertir más y mejor en la formación de éstos. Y no se trata sólo de invertir más en formación inicial del estudiante o en su sueldo en el futuro, sino que se trata también de invertir más en educación continua y en instituciones certificadas y de calidad.

Debemos también certificar mejor a nuestras escuelas de educación. Demasiadas cosas dependen de los profesores como para que dejemos su formación ausente de todo control. La educación es una función pública que la comunidad en su conjunto debe esmerarse cada cierto tiempo en certificar mediante pruebas de competencia profesional y la supervisión de prácticas educativas.
Los profesores constantemente deberán asistir a cursos de perfeccionamiento docente con el objetivo de actualizarse con los nuevos paradigmas, conocimientos y metodologías de educación, los cuales irán en directo beneficio de su labor profesional y así mismo en pro de una mejor educación para sus educandos.

Debemos también elaborar estándares de calidad para todos los niveles de la educación obligatoria. Debemos pasar desde un derecho a la educación visto como un derecho de acceso al sistema escolar, a un derecho a la educación entendido como la igualdad de oportunidades de aprendizaje (para todos) garantizada por el estado.

La formación inicial de profesores tiene un papel insustituible que cumplir en esta tarea de ayudar a que los profesores posean un modo de ver su quehacer profesional y una autoimágen más acorde con los desafíos que hoy día experimentan. Porque si hay un lugar en el que esa visión se debe hacer notar es en las Universidades, las que, deben hacer particulares esfuerzos por formar profesores no sólo capaces de apropiarse los contenidos curriculares, sino profesores capaces también de conferir sentido a su labor.

De las escuelas de educación dependerá a fin de cuentas si contaremos hacia el futuro con docentes que se sientan extraños e incómodos en el mundo en el que se desenvolverán o si, en cambio, contaremos con profesores que sin abandonar la distancia crítica que debe acompañar a toda profesión, son capaces de comprometerse con las esperanzas de las familias y de las comunidades que confían en ellos.

"Sin profesores orgullosos de sí mismos es poco lo que vamos a lograr".

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